Había una vez un jardín lleno de flores de cada especie, en el que crecía, justo en el centro, una planta sin nombre. La planta era robusta; pero desgarbada, con flores paradas que no emanaban un perfume particular; pero a cambio tenía un corazón lleno de bondad, sueños e ideales. Las otras plantas nobles del jardín la consideraban como una mala hierba y no le dirigían la palabra. Cuando los primeros rayos del sol llegaban a hacerle cosquillas a la tierra y a jugar con gotas de rocío para que parecieran iridiscentes diamantes en las camelias y rubíes ... Y zafiros en las rosas, las otras plantas se tornaban flojas. La planta sin nombre no se perdía un solo rayo de sol. Se los bebía a todos, uno a uno, disfrutándolos plenamente. Transformaba toda la luz solar en fuerza vital, en azúcares, en savia ... Tanto que con el paso del tiempo su tallo, que antes era raquítico y débil, con el tiempo se convirtió en un estupendo tallo robusto, derecho, de más de dos metros de altura. L...
textos para meditar y reflexionar