Un muchacho pobre, de doce años de edad, vestido y calzado de forma humilde, entró en una tienda; eligió un jabón común y le pidió al propietario que se lo envolviera para regalo. -"Es para mi madre", dijo con orgullo. El dueño de la tienda se conmovió ante la sencillez de aquel regalo. Miró con piedad a su joven cliente y sintiendo una gran compasión, tuvo ganas de ayudarlo. Pensó que podría envolver, junto con el jabón tan sencillo, algún artículo más significativo. Sin embargo, estaba indeciso: Miraba al muchacho, miraba los artículos que tenía en su tienda; pero no se decidía. ¿Debía hacerlo o no? El corazón decía que SÍ, pero la mente le decía NO. Recordó a su propia madre. Había sido pobre y muchas veces, en su infancia y adolescencia, también había deseado regalarle algo a su madre. Cuando consiguió empleo, ella ya había partido para el mundo espiritual. En el campo de la emoción, dos sentimientos se entrecruzaban: La compasión del hombre y la desconfianz...