Zoe tenía siete años, era delgada, de piel pálida, ojos azules, cabello largo, lacio y negro como la noche. Vivía con su padre y algunos sirvientes en un gran castillo que se encontraba en una colina a las afueras del pueblo.
Una noche estaba sentada, apoyada en la ventana y veía con tristeza los adornos navideños del pueblo, ella nunca había tenido una navidad. Su padre decía que esas fiestas no eran para ellos. Ella no lo comprendía.
¿Por qué no podía festejar? Todos se veían felices en esa época. Los adornos, la cena y en especial los obsequios le llamaban la atención a la pequeña Zoe.
Esa noche como de costumbre, estaba cenando junto a su padre en el gran comedor. La mesa era enorme, había unas armaduras a los lados, los candelabros eran de oro y unas cuantas velas iluminaban el lugar de manera tenue. Su padre también era delgado de piel pálida, de cabello negro, serio, de mirada fría y usaba traje negro.
Cuando acabaron de cenar, Zoe tomó valor y miró a su padre con timidez.
—"Padre".
—"Dime hija".
—"¿Podemos poner un árbol de navidad?", preguntó temerosa.
Su padre la miró con frialdad.
—"¡Cuántas veces te tengo que decir que esas festividades no son para nosotros!", dijo enojado.
—"Pero papá, ¿por qué? Si todos se ven tan felices".
—"¡Entiende que no! y deja de estar viendo a los habitantes del pueblo.
—"Pero papá yo …".
—"¡Basta! ¡Te he dicho mil veces que no!"
El padre de Zoe se levantó y se retiró del comedor. La pequeña se fue triste a su recámara, se dejó caer sobre la cama y empezó a llorar.
—"No entiendo por qué no puedo pasar una navidad como cualquier persona, ¡no es justo!"
Pocos minutos después se quedó dormida ... De pronto el sonido de unos cascabeles hizo que Zoe se despertara, se levantó y salió de su habitación. El sonido provenía del gran salón del castillo. Zoe se detuvo frente de las enormes puertas de cedro, lentamente abrió una, entró y quedó impresionada.
El gran salón estaba totalmente adornado, había listones de colores y coronas navideñas en las paredes, cascabeles colgaban del techo, una alfombra blanca en el piso y un gran árbol con cientos de adornos en el centro de ese lugar. La pequeña se acercó al árbol de navidad y detrás de éste salió un hombre regordete vestido de rojo, Zoe se detuvo y miró con gran curiosidad al hombre.
—"Hola Zoe, ¿cómo estás?"
—"Bien", respondió tímida, "¿Cómo sabes mi nombre?"
—"Yo me sé el nombre de todos los niños del mundo".
—"¿Tú eres Santa Claus?"
El hombre sonrió.
—"Eres muy inteligente" y sacó de su costal rojo un regalo ... "Feliz navidad Zoe"
Zoe emocionada agarró el regalo.
—"¡Gracias!"
—"¡Zoe!", gritó furioso su padre.
Zoe dio media vuelta y vió a su padre y él miró de reojo como estaba adornado el castillo. La pequeña corrió emocionada hacia su padre.
—"¡Mira papá! Santa Claus me trajo un regalo y ve que bonito está adornado el castillo".
—"¡Regresa ese regalo!, ya te he dicho que no celebraremos la navidad".
—"Pero papá", dijo Zoe mientras veía a su padre con lágrimas en los ojos.
—"No se enoje con su hija, yo coloqué los adornos y le di el regalo, pensé que por ser tan buena niña merecería un poco de alegría —dijo Santa Claus.
Entonces el padre de Zoe vio como su hija sostenía ese regalo con tanta ilusión.
—"Esta bien, si tanto lo deseas, celebraremos la navidad", dijo el padre de Zoe y le acarició la cabeza.
—"¡Gracias papá!", dijo Zoe y lo abrazó.
—"Pronto va a amanecer, será mejor que te duermas".
—"Si papá" ... Zoe dio media vuelta, corrió hacía Santa Claus y le dio un abrazo ... "Muchas gracias".
—"De nada pequeña".
Y se fue corriendo a su recámara.
Cuando se encontraron solos, el padre de Zoe se acercó a Santa Claus.
—"¿Por qué lo hizo? ¿Usted sabe lo que somos y qué es lo que tengo que hacer para sobrevivir?", preguntó el padre de Zoe.
—"Si, lo se; pero ella no tiene la culpa de eso, es una niña y todo niño merece una feliz navidad, aunque sea una vampiro".
Santa Claus agarró su costal ... una neblina lo cubrió y desapareció.
En su recámara Zoe abrió su regalo: Era un murciélago de felpa, lo abrazó feliz y se acostó en su cama para dormir.
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