Un maestro ermitaño se hizo famoso mientras vivía.
Contaban que hasta el mismo Dios había ido un día a pedirle un consejo:
—“Quiero jugar al escondite con
los humanos ...
He preguntado a mis ángeles ¿cuál sería el mejor sitio para esconderse?
Unos dicen que en lo profundo del océano. Otros, que en la
cima de la montaña más alta. Y algunos en la cara escondida de la luna o en una estrella
lejana.
Tú, ¿Qué me aconsejas?”
El maestro ermitaño respondió: —“Escóndete en el corazón
humano ... Es el último sitio en el que se les ocurrirá ir a buscarte”.
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